Inverna


El olimpo se vuelve inestable, las campanas de vientos sonaban cada vez más lejanas y la mirada omnipotente del todo se volvía borrosa como un rastro mal definido o un camino sin pistas.

Su cuerpo perfecto se volvía sensible y su mirada comenzaba un viaje por los años transcurridos, personas, campos, luchas, lagos, casas, embarcaciones, sol, mares, peces, ríos, guerras, armas, flores, brisas, nieve… mucha nieve.

Sus pies tocaron lo que un día olvidaron, miró con impaciencia aquel lugar al que no decidió por si sola bajar. Guardó silencio como tantas otras veces, inquiriendo, anhelando una respuesta divina. En donde la pasividad de su trono no se viera obstruida por todas esas personas.

Relajó sus brazos a los costados de su cuerpo, sintiendo una energía blanca, llena de pequeños diamantes centelleantes relampagueando a su alrededor, como una aura celestial que marcaba su ya consagrada vida de Diosa.

A su lado sus hermanos iban emergiendo de la nada al igual que ella, en este mundo tan alejado de su hogar. Alzó su fría mirada al cielo buscando la puerta de entrada o algo que la guiara nuevamente a donde estaba acostumbrada.

Miró acechante a sus hermanos al no encontrar nada, inhaló profundamente, botando el aire de inmediato. Al instante una espesa capa de hielo rodeó sus pies y una helada ventisca circuló a través de su cuerpo.

-La paz se ha ido hermanos míos- su aterciopelada voz sólo se escuchó entre los suyos

-El invierno se aproxima- concluyó. Cerrando su mente a pensamientos sin respuestas.

No hay sonrisas en un imperio devastado, como tampoco lamentos en una noche estrellada.

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