Harek.


El cuervo grazna en la ventana, la fría y perpetua brisa se cola por las rendijas de lo que algunos llamarían hogar. Sus ojos se elevan al techo, parece pensar en aquello que no cuenta, en el silencio del paso de los años y en la tardía llegada del invierno. Generoso el cuervo vuelve a graznar deteniendo sus negras orbes en el cuerpo inerte de Harek, mueve su pequeño y plumífero cuello mientras otro graznido emerge de su sucio pico. El licántropo gira su rostro y las miradas se cruzan un microsegundo, el cuervo emprende el vuelo y Harek comprende que es hora de partir. Se levanta y sus pesados pies se arrastran por el suelo, toma las primeras prenda que encuentra en su paso tapando con ellas las heridas de batallas que se extendían implacables por todo su cuerpo, finas cicatrices quedaron luego de épicas batalla que no cualquiera presenciaría. Era tiempo de escases y el cuero bajaba su valor, la carne de oso no era de la más vendida del lugar y tenía que extenderse por los pueblos aledaños para vender lo que pudiese, haciendo pasar la carne de oso por  la de estúpido animal, puesto que después de despellejado el ser, la carne era limpiamente cortada por afiladas garras de lobo, y sólo se transformaba en eso… carne para saciar paladares Seudosofisticados, eso Harek lo entendía bien.

Salió de la ciudad maldiciendo a su paso, el mazo colgaba de su cinturón y afiladas cuchillas estaban amarradas a un morral que dejaba a su derecha. Jamir volaba desde el aire generando una visual aérea del lugar. El Águila Real planeaba las lejanías volviendo con pequeños susurros inentendibles hacía su amo. Entusiasmo era lo último que sentía en ese minuto, luego de 20 años haciendo lo mismo la caza comenzaba a cansar, pero aun así continuaba puesto que era el único oficio que le permitía sacar su lado más salvaje y sanguinario. El pelear con osos, enfrentarse a animales de gran tamaño y matarlos mientras estos daban lo mejor de sí era casi una danza dulce que reconfortaba sus células, efectivamente, era mucho más entretenido que matar a un simple humano.

Corrió por las ramas y saltó un par de veces, escuchando su entorno como si fuese parte de él. El sonido del agua, ranas, animales pequeños, se detuvo en seco cuando Jamir voló en círculos sobre su cabeza, la presa estaba cerca o un humano… lo que fuese terminaría convirtiéndose en un gran botín. Caminó con sigilo y el viento trajo consigo un fuerte olor a felino, arrugó la frente adentrándose un poco más hacía donde el Águila indicaba. Desaceleró el paso al llegar al destino, podía sentir el felino cerca, él era rápido pero Jamir aún más a la hora de atacar, el ave lucia casi dos metros extendiendo sus alas alcanzando una altura de casi 80 cm del pico a la cola. Harek hizo sonar el cascabel y el ave bajó hasta su brazo posando sus ojos donde se suponía que se encontraba el animal. El lobo con mirada fría observó el actuar de su ave.

-Jamir ¿tenéis hambre?- preguntó con voz ronca y rasposa al cabo que una sonrisa maliciosa se extendía por su rostro. El olfato no lo engañaba, antes había un humano en aquel lugar su aroma era muy potente y parecía entrelazado con el del felino. -¿Qué te parece un tierno gatito para cenar?- El ave movió sus alas aparentemente interesada hacia la oferta que su amo le ofrecía. 

Miró entonces la casa en medio del bosque, no se escuchaba el latir lento de un corazón humano en las cercanías, ni tampoco aquella respiración irregular que los caracterizaba. –Creo que alguien esconde un secreto Jamir- Le hablo al ave – El fuego lo arrasa todo ¿Queréis ver?- sus ojos azules miraban con entretención la casa.